martes, 19 de febrero de 2013

Robo en las Cabinas Arenas, Samara

Esta es una entrada que nada tiene que ver con el resto de las ya publicadas anteriormente en este blog. Es difícil escribir como primera entrada de un nuevo país una anécdota tan mala pero es que creo que ha sido la experiencia que ha marcado mi viaje a Costa Rica.
Todo empieza cuando, por ahorrarnos unos colones, decidimos cogernos una habitación en unas cabinas en el pueblo de Samara llamadas Cabinas Arenas. El sitio tenía la pinta de ser un negocio familiar y, aunque las condiciones de la habitación no eran del todo buenas, tampoco se podía decir que fuesen muy malas.
La primera noche fue tranquila y dormimos a pierna suelta pero en la segunda velada que pasábamos en este pueblo esta tranquilidad se vería interrumpida por una persona que, hoy en día, no podemos afirmar del todo quien es.

Eran como las 4 de la madrugada y yo, que ya llevaba unas horas durmiendo, me debí desvelar con el ruido que estaba haciendo alguien dentro de la habitación. Cuando abrí los ojos, un haz de luz proveniente de la linterna que mi hermana utiliza para leer me estaba enfocando a la cara desde la puerta. A mi, cuando estoy profundamente dormida, me cuesta reaccionar y esta vez no iba a ser distinto. Tuve que girarme y ver que las otras camas estaban ocupadas para comprender que la persona de la puerta era ajena a nosotras y que por tanto algo iba mal.
Salté de la cama y al encender la luz vi que tanto mi mochila grande en la que llevaba el equipaje como las mochilas pequeñas de mi hermana y mia con las pertenencias de más valor no se encontraban dentro de la habitación.
De todas mis pertenencias solo me habían dejado el móvil que estaba cargando junto a mi cabeza, el libro electrónico que se les debía de haber caído en la huída, unas zapatillas, el pijama y la ropa que me había quitado la noche anterior.

Salí corriendo de la habitación después de pegarle un grito a mi hermana para que se despertase y con el cual también conseguí despertar a mi prima pero, una vez fuera en el patio principal del edificio, ya no conseguí ver a nadie.
La mochila de mi hermana estaba en una de las sillas que teníamos junto a la puerta. Imaginamos que fue lo primero que cogió. Curioso porque era el único sitio donde podía encontrar la linterna. De esta mochila se llevó la cámara de fotos y un móvil. Hoy en día a mi hermana se le siguen viniendo a la cabeza fotos que ya no podrá recuperar de todo su viaje por centro América las cuales no tendrán valor económico pero si mucho sentimental.

Pues una vez las dos estuvimos en pie, pensamos que lo mejor sería ir a la comisaría que se encontraba a unos 2 minutos del sitio a dar el aviso para que se pusiesen a buscar cuanto antes porque la persona que se había llevado las cosas no podía andar muy lejos. Cuando salíamos de las cabinas vimos que una de las habitaciones, la 13, estaba con la luz encendida y en el patio se encontraban dos coches, el del hijo del dueño y el de otro cliente pero a esto en un principio no le dimos ninguna importancia ya que estábamos empecinadas en ir a la policía.

Con esta patrulla estuvimos alrededor de una hora dando vueltas por todo el pueblo pero no sirvió de nada ya que no conseguimos ver a nadie ni encontrar ninguna de mis cosas. Así que volvimos a pasarnos por las cabinas para hablar con el dueño. Al llegar, el coche del hijo ya no estaba y nadie nos abrió ninguna puerta aún sabiendo nosotras que estaban allí.
Comprobamos que nuestra puerta no había sido forzada (único detalle que se les ocurrió a los policías hacer en las cabinas) y como no les veíamos muy avispados, les dijimos de volver a la comisaría para intentar llamar a mi madre para que cancelase mis tarjetas de débito y la línea del otro teléfono que llevaba pero entre que las llamadas internacionales las tenían capadas y que no tenían ni un ordenador con internet no pudimos hacer nada. 
Al final me tocaría a mi buscar un sitio con wifi para poder llamarla desde el teléfono que no se había llevado el ladrón.

Para poner la denuncia había que esperar a que llegase la policía turística a las 9 de la mañana así que una vez solucionado el tema cancelaciones y siendo conscientes de que no podíamos hacer nada más, solo nos quedaba meternos en la cama para esperar que llegase la hora.
A eso de las 8 de la mañana, una de las mujeres que solía estar en las cabinas nos llamó en la puerta para decirnos que había una pareja de policías abajo que querían hablar conmigo. Cuando bajé, me dijeron que fuese a un pequeño patio que había como escondido que estaban ahí con algunas de mis pertenencias. Que casualidad que este patio diese justo a esa habitación número 13 que la noche anterior estaba encendida.
El dueño había encontrado mi ropa y la cartera con la documentación pero ni rastro de las cámaras de fotos, las mochilas, las gafas de sol, los móviles y por supuesto el dinero junto con alguna otra pertenencia de menor valor que el ladrón no sacó de las mochilas y por tanto se llevó.

Una vez conseguimos poner la denuncia con la policía turística ya no hubo más que hacer. Nos recomendaron que denunciasemos en la policía jurídica a las Cabinas Arenas por no tener la seguridad suficiente que se le tiene que dar a un cliente pero las oficinas se encontraba en Nicoya para lo cual teníamos que desplazarnos y gastar un día de vacaciones metidas en unos juzgados.
Como no teníamos ninguna prueba que pudiese culpar al hijo, persona que creemos era el presunto ladrón ya que era nuestra palabra contra la del dueño, nos tuvimos que conformar con haber encontrado por lo menos mi pasaporte y poder seguir con el viaje.

Siento no poder poner ninguna foto del sitio pero es que no tengo y tampoco encuentro en internet alguna que poder utilizar. Estas cabinas se encuentran como a la mitad de la calle principal del pueblo (a la que llega el autobús y en la que se encuentra la comisaría) justo haciendo esquina.
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