miércoles, 9 de noviembre de 2011

Cementerio Judío de Varsovia

Como ya sabréis los que a menudo me leéis, tengo bastante afición por los cementerios. Principalmente porque me parecen lugares de un increíble interés cultural en los que poder conocer mejor a las personas, gracias a sus tumbas que un día vivieron en la ciudad en la que se encuentre ubicado y por medio de ellas, las costumbres que hoy en día tiene la gente que te cruzas por la calle cuando visitas un nuevo lugar.
Este cementerio es distinto a todos los demás que hubiese visitado antes ya que las personas enterradas aquí, en su gran mayoría, no pudieron traspasar a sus descendientes sus costumbres (esto lo explicaré más adelante) por lo que se puede decir que la sociedad de la Varsovia que conocemos hoy en día tiene muy poca relación con la que un día habitó en las inmediaciones de este cementerio.

Intentaré explicaros de forma rápida y sencilla el motivo en el que me baso para deciros esto. La mayor parte de la sociedad judía de la Europa de la primera mitad del siglo XX fue exterminada indiscriminadamente a manos de los nazis en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Una de las ciudades de esa época con más judíos era Varsovia, de hecho, se dice que su gueto era el más grande de toda Europa. En el interior de sus muros se agrupaba una población que llegó a alcanzar una cifra superior a 400.000 personas, más de un 30% de la población de Varsovia, que tenían que vivir hacinadas en unas 380 hectáreas que se iban reduciendo a medida que la población iba disminuyendo por enfermedades, falta de alimentos o deportaciones a los campos de concentración. Dentro del perímetro del gueto se encontraba emplazado el Cementerio Judío que hoy os presento.
Ahora ya sabéis mejor el motivo por el cual es uno de los más grandes de toda Europa sino el mayor.


Cuando traspasas las puertas del cementerio, te encuentras con una zona bastante amplia de la que salen caminos en todas direcciones que se internan hacia un bosque de altos árboles que cubren todo lo que queda a sus pies; verdes y húmedos matorrales los cuales casi no te dejan ver el suelo y verticales tumbas que sobresalen de ellos. A medida que penetras por alguno de estos caminos, todo se va volviendo más verde, más oscuro y húmedo, en definitiva más lúgubre, sombrío, triste.
Sinceramente, yo no se si de ir sola me hubiese aventurado a recorrer las zonas más alejadas a las que sólo se tiene acceso por caminos de tierra rodeados a ambos lados por tumbas. Para que os hagáis una idea de lo estrecho de algunos caminos deciros que las arañas montaban sus telarañas tomando como base tumbas a ambos lados de las sendas. En estos casos te tenías que salir del camino y andar entre las tumbas las cuales muchas estaban rotas, caídas y cubiertas por plantas. En estos momentos, la sensación que tenía en el cuerpo era rara, agobiante, como si el salir de allí fuese lo que más necesitase. El estar rodeada de tumbas nunca me había causado tal sensación y menos teniendo en cuenta que era mediodía.
Hasta este día, todos los cementerios me habían transmitido, soledad, tranquilidad, paz, en definitiva, me habían hecho desconectar del desorden y el alboroto del centro de las ciudades por las cuales iba pasando, sobre todo en momentos de temporada alta del turismo en los que es imposible relajarse y desconectar. Pero ese día tan gris en el que, aunque era por la mañana, parecía que estaba a punto de anochecer ya, las sensaciones fueron completamente distintas.



Esta es una muestra de los caminos que nos vamos encontrando a medida que nos internamos en el Cementerio Judío

Este es un cementerio de unas 33 hectáreas fundado a principios del siglo XIX y en el que se encuentran alrededor de 250.000 tumbas en las cuales se está trabajando para poder identificar ya que los archivos del cementerio fueron quemados por los nazis. Es un trabajo difícil por el estado de algunas de ellas.
Como anécdota, el estar en frente de la tumba de Lázaro Zamenhof y no darme ni cuenta hasta no ver más tarde en casa las fotos. Este hombre es el creador del Esperanto, lengua que pretendía que fuese la solución a todos los problemas de comprensión entre personas de distintos idiomas, siendo ésta la auxiliar para comunicarse en estos casos. 

Tumba de Lázaro Zamenhof
  
Para llegar hasta él, tendréis que buscar la calle Okopowa números 49/51. En la entrada os podréis encontrar un cartel bastante deteriorado en el que poder leer los horarios. Abre todos los días pero hay que tener en cuenta varios factores. De Lunes a Jueves abre de 10 de la mañana a 5 de la tarde, los Viernes de 9 de la mañana a 1 del mediodía y los Sábados y Domingos de 11 a 4. Estos horarios se puede decir que son los de verano porque en otoño e invierno la hora de cierre viene marcada por cuando anochece. Los días que corresponden a fiestas judías permanece cerrado.
Recuerdo que tuvimos que pagar algo para poder visitarlo pero no era mucho y os puedo asegurar casi cien por cien que no os arrepentiréis de haberlo pagado.
Yo aconsejo que lo incluyáis en vuestra visita al barrio judío de la ciudad porque os marcará bastante y lo recordaréis siempre.

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