Si del viaje que hicimos a Croacia me tengo que quedar con un sitio, éste, sin ninguna duda, es el Parque Nacional de Plitvička. Este espacio natural encierra entre sus límites un espectacular bosque salpicado de lagos y cascadas en el que poder desconectar de las grandes ciudades en las que estamos acostumbrados a habitar. Ciudades que lo mejor que tienen para ofrecernos son altos edificios, un tráfico incesante y ruidoso y gente corriendo de un lado para otro porque la forma de vida que llevan en ellas va mas rápido de lo que estas pueden ir.
Antes de llegar al parque en sí, ya nos habremos dado cuenta de que la región en la que se encuentra es pura naturaleza en la que plantas, animales y personas viven en cierta calma y por supuesto sin tener que competir por el espacio en el que habitan.
Me considero una persona de ciudad y como tal, estas me encantan (solo hay que echar un vistazo a este blog para darse cuenta de ello). Pero esto no quiere decir que no disfrute con la naturaleza y los maravillosos lugares que esta nos ofrece y he de decir que este parque puede que sea uno de los mas increíbles en los que he estado hasta la fecha.
El Parque Nacional de Plitvička se encuentra en la región croata de Lika (centro de Croacia) abarcando una superficie cercana a las 30.000 hectáreas que hacen que sea el más extenso de los 8 parques nacionales que encontramos en el país. La denominación de Nacional se la ganó en el año 1949 aunque este no seria el único reconocimiento que recibiría ya que en el año 1979 la UNESCO lo declara Patrimonio de la Humanidad por su extraordinaria belleza natural.
Para llegar hasta el, nosotros, que viajábamos en coche, nos informamos en la casa rural en la que estábamos alojados. Entre eso y la ayuda del GPS, no tuvimos ningún problema en encontrar la entrada a la zona que está abierta al público (no todo el parque se puede visitar libremente). Es complicado el indicaros como llegar ya que es una zona en la que las autovías brillan por su ausencia y además, creo que será más fácil que os informéis una vez lleguéis a Croacia.
Quizás una de las cosas que más choca cuando se llega allí es como el turismo ha modificado alguna de las partes del parque para poder hacerlo más accesible al público, por ejemplo el aparcamiento que tenemos justo en la entrada que nos muestra un claro indicativo de la cantidad de turistas que pueden pasar por ahí a lo largo del año.
Pero no me voy a poner tiquismiquis con este tema ya que gracias a esas infraestructuras, hoy en día este privilegiado lugar con toda la flora y fauna que habita en el, se mantiene increíblemente hermoso y protegido.
Los precios de la zona del parque abierta al público son aproximadamente de unos 10€ en temporada baja y casi 15€ en temporada alta.
El mayor atractivo que tiene el parque es la zona del valle en la cual se han formado 16 pequeños lagos entrelazados por cascadas gracias a la formación de barreras travertinas. Estas barreras son una especie de diques creados de forma natural y que hacen que cada lago tenga una altitud distinta. El más alto se encuentra a 636 m sobre el nivel del mar y el mas bajo a 503 m.
A las barreras travertinas se las llama así porque están formadas por una especie de piedra caliza muy suave y porosa que se produce en las aguas cársticas que al disolverse y mezclarse con algas y musgos forma estos fantásticos saltos de agua que sorprenden tanto al turista que va caminando junto a la orilla o cruzando cascadas.
Esto de cruzar cascadas a lo mejor suena a locura cuando se lee así sin más pero es que los encargados del parque han instalado a lo largo de casi todo el recorrido para proteger el paisaje y que no se destroce nada por el paso de las miles de personas que visitan el parque cada año unas pasarelas de madera a lo largo de todo el recorrido que hacen que podamos cruzar zonas completamente inundadas sin necesidad de mojarnos.
Una cosa que os llamará mucho la atención son los cambios de color del agua en los distintos lagos pasando de verdes y azules muy claros parecidos a los del Caribe a grises y azules oscuro como los lagos del norte de Escocia. Este fenómeno se debe a múltiples factores como por ejemplo la cantidad de minerales y organismos de las profundidades, la profundidad en sí del lago o el ángulo con el que incide la luz en la superficie de ellos. Eso si, por norma del Parque Nacional de Plitvička, no se puede bañar nadie en ningún sitio del parque aunque la gente este pasando un calor infernal.
La zona de los lagos esta rodeada de un gran bosque en el que las hayas son el tipo de árbol predominante y en el que viven animales de diversas especies destacando los osos pardos y las distintas aves que hacen de este espacio su zona de cría.
Dentro del parque nos encontraremos con numerosas instalaciones que hacen la visita mas fácil. Hay varios puntos dentro del recorrido en los que encontramos zonas de descanso con algún restaurante y merenderos y, como no, baños y bares donde poder comprar algo de beber para poder sofocar la sed producida por las largas caminatas que nos pegaremos para ver todo el parque.
Aparte de esto, hay varios puntos en los que, si las piernas ya no nos responden como deberían, podemos coger varios medios de transporte para avanzar en la ruta sin cansarnos y sin tener que renunciar a ver ciertas partes como pueden ser unos barcos eléctricos que cruzan uno de los lagos y que nos dan una perspectiva completamente distinta o unos autobuses (super raros) que nos facilitan el descenso al punto de partida.
La ruta que nosotros elegimos fue la mas larga siendo ésta por la parte de arriba del valle para poder observar los lagos inferiores desde una perspectiva superior. Para acceder a esta ruta, una vez que se ve la cascada mas alta en la que hay como unos bancos para poderse echar la foto de grupo, hay que subir unas escaleras que parecen interminables y que hacen que se llegue a la cima con la lengua fuera. Pero esta ruta no te obliga a verlo todo desde esta altura ya que llega un punto en el que se vuelve a estar en la orilla de los lagos para poder continuar con nuestro camino.
Mostrando entradas con la etiqueta Croacia. Mostrar todas las entradas
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sábado, 27 de octubre de 2012
martes, 24 de julio de 2012
Cementerio Mirogoj
Algo que se ha convertido en una costumbre cuando visito alguna ciudad y tengo tiempo suficiente como para ir a ver es la visita al cementerio que por su historia o por sus tumbas más me llame la atención. Ya va siendo habitual en este blog el que de vez en cuando escriba sobre algún camposanto y hoy, después de mi viaje por el norte de Croacia, os voy a presentar el Cementerio Mirogoj, situado en la capital, Zagreb.
Este cementerio está considerado como uno de los más bonitos de Europa y sinceramente yo lo pongo en mi lista de los 10 mejores que he visto hasta ahora, pero con todos los que hay, no puedo decir que sea el mejor.
Para llegar hasta este cementerio hay que coger el autobús 106 justo al norte de la catedral que te lleva directo al cementerio pero nosotras, al ser 4, cogimos un taxi que salía como 1 € más caro entre todas. Esto también lo hicimos porque el haber llegado hasta la catedral para coger el autobús nos hubiese llevado unos 20 minutos caminando así que creo que mereció la pena.
Cuando nos dejó el taxi justo en la puerta principal yo no podía creer que ese impresionante muro de medio kilómetro de largo y unos 6 metros de alto cubierto por plantas hasta casi no dejar ver el ladrillo que lo forma, fuese un cementerio, pero sí que lo era. Nos encontrábamos ante la fachada oeste del Cementerio Mirogoj, puede que arquitectónicamente hablando, fuese lo que más me llamó la atención de Zagreb.
El arquitecto responsable de esta maravilla es el austriaco Hermann Bollé que diseñó un edificio principal al que iría unida una arcada a ambos lados en la que se pueden encontrar multitud de mausoleos que deben de pertenecer a las familias más influyentes de la vida croata por la ostentación que reflejan. Esta arcada está coronada por varias cúpulas un poco más pequeñas que la que cubre el edificio de la entrada. Sorprende el dato de que se tardase en construir más de medio siglo. Las obras comenzaron hacia 1876 y culminaron en 1929. Si, se lo tomaron con calma.
Soy un poco mala describiendo este tipo de cosas así que mejor os dejo unas cuantas fotos para que podáis ver a lo que me refiero.
Es un cementerio que sigue en uso. Nosotras no llegamos a ver ningún funeral en directo pero sí que nos encontramos con tumbas repletas de coronas de flores en perfecto estado que nos daban a entender que no hacía mucho que en esa tumba habían enterrado a alguien. Por otro lado, nos cruzamos con varios albañiles preparando las cavidades para nuevas tumbas que confirmaban esta teoría.
Era entretenido pasear por sus distintos caminos observando las tumbas que nos encontrábamos a ambos lados e intentar descubrir la religión del fallecido gracias a los símbolos que habían incluido en las lápidas. En este cementerio, según he sabido después, hay enterrada gente católica, musulmana, protestante, judía, ortodoxos y hasta personas que no creen en ninguna religión.
Una de las cosas que me llamó la atención de los cementerios de Croacia es que, al igual que en los que yo he visitado en España, ponen una foto de la persona que está enterrada. Pero la cosa no queda ahí. Hay en algunas tumbas en las que sólo se ha enterrado a una persona pero en la lápida se pueden observar varias fotos o grabados y es que, algunas parejas, lo que hacen es colocar su foto junto a la de su marido / esposa fallecido para tenerla ya puesta el día en que les toque a ellos. Este gesto es un poco terrorífico ya que cada vez que esa persona visite a su pariente, va a ver su foto también en la lápida como si hubiese muerto ya.
En este cementerio, aparte de monumentos a víctimas de guerras (cosa que suele haber en muchos), hay enterradas varias personalidades del mundo de la cultura, la política, etc pero quizás el más conocido internacionalmente sea el jugador de baloncesto Dražen Petrović. Nosotras dimos unas cuantas vueltas intentando localizar su tumba ya que venía en la guía como sitio que visitar dentro del cementerio pero no conseguimos encontrarla (tampoco lo intentamos demasiado).
Los horarios de este cementerio son dos diferentes dependiendo de la época del año en la que nos encontremos. Por un lado está la temporada de invierno que va desde el 1 de Octubre al 31 de Marzo y en la que permanece abierto entre las 7:30 y las 18:00. Y por otro lado la temporada de verano que irá desde el 1 de Abril hasta el 30 de Septiembre en el que abren entre las 6:00 y las 20:00.
Este cementerio está considerado como uno de los más bonitos de Europa y sinceramente yo lo pongo en mi lista de los 10 mejores que he visto hasta ahora, pero con todos los que hay, no puedo decir que sea el mejor.
Para llegar hasta este cementerio hay que coger el autobús 106 justo al norte de la catedral que te lleva directo al cementerio pero nosotras, al ser 4, cogimos un taxi que salía como 1 € más caro entre todas. Esto también lo hicimos porque el haber llegado hasta la catedral para coger el autobús nos hubiese llevado unos 20 minutos caminando así que creo que mereció la pena.
Cuando nos dejó el taxi justo en la puerta principal yo no podía creer que ese impresionante muro de medio kilómetro de largo y unos 6 metros de alto cubierto por plantas hasta casi no dejar ver el ladrillo que lo forma, fuese un cementerio, pero sí que lo era. Nos encontrábamos ante la fachada oeste del Cementerio Mirogoj, puede que arquitectónicamente hablando, fuese lo que más me llamó la atención de Zagreb.
El arquitecto responsable de esta maravilla es el austriaco Hermann Bollé que diseñó un edificio principal al que iría unida una arcada a ambos lados en la que se pueden encontrar multitud de mausoleos que deben de pertenecer a las familias más influyentes de la vida croata por la ostentación que reflejan. Esta arcada está coronada por varias cúpulas un poco más pequeñas que la que cubre el edificio de la entrada. Sorprende el dato de que se tardase en construir más de medio siglo. Las obras comenzaron hacia 1876 y culminaron en 1929. Si, se lo tomaron con calma.
Soy un poco mala describiendo este tipo de cosas así que mejor os dejo unas cuantas fotos para que podáis ver a lo que me refiero.
Es un cementerio que sigue en uso. Nosotras no llegamos a ver ningún funeral en directo pero sí que nos encontramos con tumbas repletas de coronas de flores en perfecto estado que nos daban a entender que no hacía mucho que en esa tumba habían enterrado a alguien. Por otro lado, nos cruzamos con varios albañiles preparando las cavidades para nuevas tumbas que confirmaban esta teoría.
Era entretenido pasear por sus distintos caminos observando las tumbas que nos encontrábamos a ambos lados e intentar descubrir la religión del fallecido gracias a los símbolos que habían incluido en las lápidas. En este cementerio, según he sabido después, hay enterrada gente católica, musulmana, protestante, judía, ortodoxos y hasta personas que no creen en ninguna religión.
Una de las cosas que me llamó la atención de los cementerios de Croacia es que, al igual que en los que yo he visitado en España, ponen una foto de la persona que está enterrada. Pero la cosa no queda ahí. Hay en algunas tumbas en las que sólo se ha enterrado a una persona pero en la lápida se pueden observar varias fotos o grabados y es que, algunas parejas, lo que hacen es colocar su foto junto a la de su marido / esposa fallecido para tenerla ya puesta el día en que les toque a ellos. Este gesto es un poco terrorífico ya que cada vez que esa persona visite a su pariente, va a ver su foto también en la lápida como si hubiese muerto ya.
La mujer no tiene la fecha en la que muere por lo que debe de seguir viva
En este cementerio, aparte de monumentos a víctimas de guerras (cosa que suele haber en muchos), hay enterradas varias personalidades del mundo de la cultura, la política, etc pero quizás el más conocido internacionalmente sea el jugador de baloncesto Dražen Petrović. Nosotras dimos unas cuantas vueltas intentando localizar su tumba ya que venía en la guía como sitio que visitar dentro del cementerio pero no conseguimos encontrarla (tampoco lo intentamos demasiado).
Monumento a los Soldados Croatas caídos en la I Guerra Mundial
Los horarios de este cementerio son dos diferentes dependiendo de la época del año en la que nos encontremos. Por un lado está la temporada de invierno que va desde el 1 de Octubre al 31 de Marzo y en la que permanece abierto entre las 7:30 y las 18:00. Y por otro lado la temporada de verano que irá desde el 1 de Abril hasta el 30 de Septiembre en el que abren entre las 6:00 y las 20:00.
lunes, 2 de julio de 2012
La isla de Krk
No se si alguno habrá escuchado alguna vez hablar acerca de esta isla de nombre corto pero impronunciable que hoy os vengo a presentar como un destino al que ir a rejajarse y comer bien. La isla de Krk, cuya pronunciación a lo español a mi se me asemeja al canto de los grillos que escuchábamos por la noche en nuestra estancia en ella, es una de las islas del Mar Adriático. Hoy en día forma parte de Croacia y los croatas para nombrarla dicen algo parecido a Kuk.
Cuando digo que hoy en día pertenece a Croacia, lo digo con bastante intención ya que este Estado no ha sido el primero que la ha gobernado. No me quiero enrollar mucho con la historia de la isla pero está bien nombrar un poco los pueblos que la han conquistado anteriormente para así entender el por qué de su arquitectura, sus tradiciones, su gastronomía, etc.
Gracias a yacimientos encontrados en Krk, se puede saber que esta isla lleva habitada desde el Neoítico. Pero su historia más conocida empieza con los Liburnians que debían de ser una tribu de esa región que se vio invadida por los romanos que como solían hacer siempre le cambiaron el nombre a la isla por el de Curicta. Después vendrían los Ávaros y los Bizantinos para terminar perteneciendo a la nobleza croata. Aunque esto tampoco fue el final ya que al estar en el medio de las rutas comerciales de los Venecianos, éstos (que algo de sangre conquistadora tenían) se harían con el poder.
Después pasaría a manos de una familia croata (la cual tomaría el apellido Frankopan como propio) que aguantó hasta que la isla pasó a estar bajo el imperio Austro - Húngaro. Éste período duró hasta la Primera Guerra Mundial. A esta fase se le atribuye parte de la cultura del país. Una vez pasada esta guerra pasará a formar parte de Yugoslavia (en un principio conocido como el Estado de los Eslovenos, Croatas y Serbios) hasta que en 1991 Croacia consigue la independencia y Krk pasa a formar parte de este nuevo Estado.
Para llegar a la isla no hace falta coger ferry ya que se puede acceder a ella por carretera gracias a un magnífico puente de dos arcos y más de un kilómetro de distancia en el que su pila central reposa en la Isla de San Marco, a mitad de camino entre el continente y Krk. Esta primera visión del puente, construido de hormigón, desde el coche que habíamos alquilado, nos auguraba parte de lo que después nos encontraríamos en algunas partes de la isla. Ah, por cierto, para cruzar el puente hay que pagar un peaje por lo que si vais en temporada alta y encima fin de semana, prepararos para las colas de coches esperando para poder cruzarlo.
Para esta entrada no voy a hablaros de todo lo que podéis ver en la isla porque yo no tuve tiempo para conocerlo así que me centraré en los pueblos que visitamos nosotros y los cuales están situados cada uno en un punto cardinal de la isla de Krk.
Al primero al que llegamos y en el cual teníamos los apartamentos alquilados es Malinska, situado en el norte de la isla muy cerca del puente por el que se accede. La sensación que se tiene una vez que llegas a él es que es un pueblo 100% turístico y no por todos los monumentos y lugares que tenga para ver sino por la cantidad de segundas residencias y apartamentos que se alquilan. Sinceramente es el pueblo en el que más tiempo estuvimos pero que menos recorrimos por lo que cosas de interés no os sabría decir aparte del Haludovo Palace Hotel que es un hotel abandonado al que ya le hice una entrada anteriormente.
Lo que si es a destacar de esta población son sus playas, y no por su arena blanca, sino porque son de hormigón (lo mismo había otras zonas de baño que no conocimos) y lo curioso ya no es eso, sino que tengan escaleras para salir del mar. Si no fuese por que el agua es salada, la sensación que tienes es la de estar bañándote en una piscina. Nosotros las llamábamos las playas del futuro.
Cuando digo que hoy en día pertenece a Croacia, lo digo con bastante intención ya que este Estado no ha sido el primero que la ha gobernado. No me quiero enrollar mucho con la historia de la isla pero está bien nombrar un poco los pueblos que la han conquistado anteriormente para así entender el por qué de su arquitectura, sus tradiciones, su gastronomía, etc.
Gracias a yacimientos encontrados en Krk, se puede saber que esta isla lleva habitada desde el Neoítico. Pero su historia más conocida empieza con los Liburnians que debían de ser una tribu de esa región que se vio invadida por los romanos que como solían hacer siempre le cambiaron el nombre a la isla por el de Curicta. Después vendrían los Ávaros y los Bizantinos para terminar perteneciendo a la nobleza croata. Aunque esto tampoco fue el final ya que al estar en el medio de las rutas comerciales de los Venecianos, éstos (que algo de sangre conquistadora tenían) se harían con el poder.
Después pasaría a manos de una familia croata (la cual tomaría el apellido Frankopan como propio) que aguantó hasta que la isla pasó a estar bajo el imperio Austro - Húngaro. Éste período duró hasta la Primera Guerra Mundial. A esta fase se le atribuye parte de la cultura del país. Una vez pasada esta guerra pasará a formar parte de Yugoslavia (en un principio conocido como el Estado de los Eslovenos, Croatas y Serbios) hasta que en 1991 Croacia consigue la independencia y Krk pasa a formar parte de este nuevo Estado.
Para llegar a la isla no hace falta coger ferry ya que se puede acceder a ella por carretera gracias a un magnífico puente de dos arcos y más de un kilómetro de distancia en el que su pila central reposa en la Isla de San Marco, a mitad de camino entre el continente y Krk. Esta primera visión del puente, construido de hormigón, desde el coche que habíamos alquilado, nos auguraba parte de lo que después nos encontraríamos en algunas partes de la isla. Ah, por cierto, para cruzar el puente hay que pagar un peaje por lo que si vais en temporada alta y encima fin de semana, prepararos para las colas de coches esperando para poder cruzarlo.
Para esta entrada no voy a hablaros de todo lo que podéis ver en la isla porque yo no tuve tiempo para conocerlo así que me centraré en los pueblos que visitamos nosotros y los cuales están situados cada uno en un punto cardinal de la isla de Krk.
Al primero al que llegamos y en el cual teníamos los apartamentos alquilados es Malinska, situado en el norte de la isla muy cerca del puente por el que se accede. La sensación que se tiene una vez que llegas a él es que es un pueblo 100% turístico y no por todos los monumentos y lugares que tenga para ver sino por la cantidad de segundas residencias y apartamentos que se alquilan. Sinceramente es el pueblo en el que más tiempo estuvimos pero que menos recorrimos por lo que cosas de interés no os sabría decir aparte del Haludovo Palace Hotel que es un hotel abandonado al que ya le hice una entrada anteriormente.
Lo que si es a destacar de esta población son sus playas, y no por su arena blanca, sino porque son de hormigón (lo mismo había otras zonas de baño que no conocimos) y lo curioso ya no es eso, sino que tengan escaleras para salir del mar. Si no fuese por que el agua es salada, la sensación que tienes es la de estar bañándote en una piscina. Nosotros las llamábamos las playas del futuro.
El segundo pueblo al que fuimos tiene uno de estos nombres impronunciables que tanto les gustan a los croatas, Vrbnik. Es el pueblo que visitamos situado al este de la isla y su ubicación puede que sea una de las cosas que lo caracterizan ya que está en lo alto de un acantilado aunque a decir verdad, este acantilado tampoco es que sea muy alto.
Sobre este pueblo habíamos leído que lo más típico era su vino por lo que una de las noches que estábamos en la isla nos fuimos a cenar allí para visitarlo primero y para probar este vino segundo. La verdad es que malo no debía de estar porque sino lo recordaría.
Aquí si que nos dimos una vuelta por lo que sería el casco antiguo. Éste se compone de un entramado de callejuelas estrechas en las que seguramente que durante los días de mucho calor en verano se siente una ligera brisa fresca por la sombra que se dan unas casas a otras. A mi particularmente me gustó bastante y recomiendo la visita.
El siguiente que visitamos es el que da nombre a la isla, Krk. Es el que estaría al oeste y al ser la capital, es el más grande de todos y por ello el más visitado. Este pueblo (lo llamo pueblo porque me parece pequeño para ser ciudad) es el que mejor conservado está. En él destaca su muralla y el pequeño castillo que un día ocupó la familia Frankopan y los edificios religiosos, entre ellos la catedral y el campanario de la iglesia de San Quirino en el cual la parte superior parece una cebolla con un angelito en el punto más alto.
Este pueblo también tiene un casco antiguo repleto de callejuelas pero a diferencia de Vrbnik, en estas hay muchas tiendas bastante peculiares que están enfocadas directamente al turista.
Como a lo largo de toda la isla, aquí también pueden presumir de tener una gastronomía apasionante aunque nosotros, por dejar de comer un poco de pescado y marisco, decidimos probar uno de los platos típicos de carne, el ćevapčići que son como unas salchichas hechas de carne picada muy especiadas típicas que al parecer podemos encontrar en todos los países de la región de los Balcanes.
Para terminar nuestra ruta por la Isla de Krk, nos fuimos hasta el pueblo que más lejos se situaba de donde nosotros estábamos alojados, Baška. Rodeado de montañas por tres de sus lados y el mar por el otro quizás sea el que más puede alardear de paisajes y vistas. La parte que da al mar no es que sea al mar abierto ya que es una zona en la que se aglomeran muchas islas de menor tamaño que hacen que las aguas en esta zona sean muy calmadas.
Esta zona de la isla también puede presumir de las mejores playas aunque, como pasaba en los anteriores pueblos, nosotros no vimos ninguna que fuese de arena sino por el contrario todas eran de guijarros.
A mi lo que más me gustó de este pueblo es una pequeña iglesia situada en una de las montañas a la que se accede por una carretera estrecha y llena de curvas desde la que se puede observar todo el pueblo y los alrededores. Es curioso observar el cementerio situado junto a ella en el que los muertos pueden presumir de descansar en el lugar con mejores vistas de todo el municipio. Os llamará la atención, si os dais una vuelta por él, observar las fotos situadas en las tumbas.
Sobre este pueblo habíamos leído que lo más típico era su vino por lo que una de las noches que estábamos en la isla nos fuimos a cenar allí para visitarlo primero y para probar este vino segundo. La verdad es que malo no debía de estar porque sino lo recordaría.
Aquí si que nos dimos una vuelta por lo que sería el casco antiguo. Éste se compone de un entramado de callejuelas estrechas en las que seguramente que durante los días de mucho calor en verano se siente una ligera brisa fresca por la sombra que se dan unas casas a otras. A mi particularmente me gustó bastante y recomiendo la visita.
El siguiente que visitamos es el que da nombre a la isla, Krk. Es el que estaría al oeste y al ser la capital, es el más grande de todos y por ello el más visitado. Este pueblo (lo llamo pueblo porque me parece pequeño para ser ciudad) es el que mejor conservado está. En él destaca su muralla y el pequeño castillo que un día ocupó la familia Frankopan y los edificios religiosos, entre ellos la catedral y el campanario de la iglesia de San Quirino en el cual la parte superior parece una cebolla con un angelito en el punto más alto.
Este pueblo también tiene un casco antiguo repleto de callejuelas pero a diferencia de Vrbnik, en estas hay muchas tiendas bastante peculiares que están enfocadas directamente al turista.
Como a lo largo de toda la isla, aquí también pueden presumir de tener una gastronomía apasionante aunque nosotros, por dejar de comer un poco de pescado y marisco, decidimos probar uno de los platos típicos de carne, el ćevapčići que son como unas salchichas hechas de carne picada muy especiadas típicas que al parecer podemos encontrar en todos los países de la región de los Balcanes.
Para terminar nuestra ruta por la Isla de Krk, nos fuimos hasta el pueblo que más lejos se situaba de donde nosotros estábamos alojados, Baška. Rodeado de montañas por tres de sus lados y el mar por el otro quizás sea el que más puede alardear de paisajes y vistas. La parte que da al mar no es que sea al mar abierto ya que es una zona en la que se aglomeran muchas islas de menor tamaño que hacen que las aguas en esta zona sean muy calmadas.
Esta zona de la isla también puede presumir de las mejores playas aunque, como pasaba en los anteriores pueblos, nosotros no vimos ninguna que fuese de arena sino por el contrario todas eran de guijarros.
A mi lo que más me gustó de este pueblo es una pequeña iglesia situada en una de las montañas a la que se accede por una carretera estrecha y llena de curvas desde la que se puede observar todo el pueblo y los alrededores. Es curioso observar el cementerio situado junto a ella en el que los muertos pueden presumir de descansar en el lugar con mejores vistas de todo el municipio. Os llamará la atención, si os dais una vuelta por él, observar las fotos situadas en las tumbas.
miércoles, 13 de junio de 2012
Haludovo Palace Hotel, un complejo turístico abandonado
Acabo de llegar de Croacia y, al pensar sobre qué podía empezar a escribir, lo primero que se me ha venido a la mente es el hotel abandonado que teníamos justo enfrente de los apartamentos en los que nos alojábamos.
En la isla de Krk, de la que ya hablaré más adelante, en un pueblecito bastante turístico situado en el norte llamado Malinska, allá por el año 1972, el dueño de la revista Penthouse, Bob Guccione, inaugura un hotel - casino de lujo al que llamará Penthouse Adriatic Club.
Esta idea crea un poco de incertidumbre en la sociedad ya que es raro que un hombre de negocios americano invierta 45 millones de dollares en un hotel de tal envergadura en un país comunista el cual está involucrado en la Guerra Fría. Al parecer, a este editor de la famosa revista para hombres, lo que le interesa es que se desarrolle el proyecto a modo de protesta hacia una guerra que ya dura más de 20 años y la cual ve incomprensible.
Este complejo será propiedad de la compañía yugoslava Rijeka Brodokomerc debido a las restricciones que se dan en la Yugoslavia comunista con respecto a las inversiones extranjeras. Por tanto los yugoslavos se encargarán de la gerencia, mantenimiento y servicio aunque con un pequeño matiz y es que Bob Guccione quiere que varias de las chicas que aparecen en su revista trabajen como azafatas haciendo de ellas el reclamo perfecto que puede hacer decidir a americanos y europeos a visitar esta isla del Adriático.
Ésta es una de las pocas fotos que he conseguido encontrar de la época en la que estaba abierto.
Los turistas que venían a este complejo, en cuanto la guerra empezó a ser más feroz en esta región del este de Europa, dejaron de venir eligiendo sitios más seguros en los que poder pasar unas vacaciones relajados y alejados de cualquier peligro.
El hotel por tanto pasó a ser lugar de residencia de los refugiados que no tenían donde meterse. Una vez que la guerra hubo terminado, éstos no tenían intención de dejar lo que había sido su hogar para empezar una nueva vida en otro sitio pero fueron obligados a abandonarlo. Eso si, salieron de él con todo lo que pudieron llevarse consigo: radiadores, tuberías, cableados, etc.
Hoy en día el Haludovo Palace Hotel está en ruinas y da la impresión de que se abandonó deprisa y corriendo ya que muchas de las zonas conservan el mobiliario tal y como se debió dejar en su día.
Aún así, el paso de curiosos que, como nosotros, ha pasado para ver este edificio en ruinas, ha hecho estragos en la decoración, mobiliario y hasta en la estructura del edificio dando una impresión de abandono que conmueve y atemoriza a partes iguales ya que la desolación y soledad que desprende hace que se visite volviendo la cabeza cada dos por tres por lo que pueda aparecer en cualquier momento (acto reflejo que el que lo visite va a experimentar).
En las zonas de habitaciones no hay mucho que impresione ya que éstas se parecen mucho entre sí. Lo que si es curioso ver son los interminables pasillos en penumbra llenos de cristales rotos y con todas las puertas a ambos lados medio abiertas, algunas cerradas a cal y canto y otras que dan a habitaciones completamente oscuras en las cuales ni entramos ya que no llevábamos linternas.
Las zonas comunes ya son otra cosa, eso sí que impresionaba y emocionaba a partes iguales según las íbamos descubriendo. Lo más espectacular era la cantidad de cristales rotos que había por todos lados. En su día, este hotel debió de gozar de unas vistas impresionantes del mar, sobre todo del atardecer que coincide con la orientación del complejo.
El pasar por la bolera situada en la parte baja del hotel la cual tenia las máquinas encargadas de recoger las bolas completamente destrozadas y con todo el suelo de las pistas levantado; las pistas de tenis llenas de vegetación y con las vallas rotas; las piscinas con la mitad de los azulejos rotos y llenas de sanitarios y alguna que otra silla; la zona de bar - restaurante con sus mesas redondas y sillones rasgados; la recepción abandonada completamente con el armario de las llaves vacío completamente pero con sus números de habitaciones pegados en las casillas todavía legibles; la zona de sauna con los azulejos blancos que dan la sensación de encontrarse en un psiquiátrico o algo parecido, etc.
Pero aparte de todo esto, el hotel también contaba con apartamentos que estan un poco separados de lo que es el edificio principal del Haludovo y que han tenido la misma suerte que éste.
En definitiva, en su época tuvo que ser un hotel en el que muy pocos podrían alojarse por los precios que debía tener. Las instalaciones que tiene son mucho mejores que las de algunos de los complejos que nos encontramos ahora 40 años después.
Lo que si es una pena, y si lo visitáis espero que no lo hagáis vosotros también, es que hay gente que pasa por ahí y lo único que sabe hacer es alterar el lugar un poco más haciendo que el siguiente aventurero que se quiera internar por esos largos pasillos para descubrir por el mismo todos los rincones que ofrece este edificio, lo encuentre cada vez en peor estado y con menos objetos que le transporten a esa época y le hagan disfrutar esta experiencia.
En la isla de Krk, de la que ya hablaré más adelante, en un pueblecito bastante turístico situado en el norte llamado Malinska, allá por el año 1972, el dueño de la revista Penthouse, Bob Guccione, inaugura un hotel - casino de lujo al que llamará Penthouse Adriatic Club.
Esta idea crea un poco de incertidumbre en la sociedad ya que es raro que un hombre de negocios americano invierta 45 millones de dollares en un hotel de tal envergadura en un país comunista el cual está involucrado en la Guerra Fría. Al parecer, a este editor de la famosa revista para hombres, lo que le interesa es que se desarrolle el proyecto a modo de protesta hacia una guerra que ya dura más de 20 años y la cual ve incomprensible.
Este complejo será propiedad de la compañía yugoslava Rijeka Brodokomerc debido a las restricciones que se dan en la Yugoslavia comunista con respecto a las inversiones extranjeras. Por tanto los yugoslavos se encargarán de la gerencia, mantenimiento y servicio aunque con un pequeño matiz y es que Bob Guccione quiere que varias de las chicas que aparecen en su revista trabajen como azafatas haciendo de ellas el reclamo perfecto que puede hacer decidir a americanos y europeos a visitar esta isla del Adriático.
Ésta es una de las pocas fotos que he conseguido encontrar de la época en la que estaba abierto.
Los turistas que venían a este complejo, en cuanto la guerra empezó a ser más feroz en esta región del este de Europa, dejaron de venir eligiendo sitios más seguros en los que poder pasar unas vacaciones relajados y alejados de cualquier peligro.
El hotel por tanto pasó a ser lugar de residencia de los refugiados que no tenían donde meterse. Una vez que la guerra hubo terminado, éstos no tenían intención de dejar lo que había sido su hogar para empezar una nueva vida en otro sitio pero fueron obligados a abandonarlo. Eso si, salieron de él con todo lo que pudieron llevarse consigo: radiadores, tuberías, cableados, etc.
Hoy en día el Haludovo Palace Hotel está en ruinas y da la impresión de que se abandonó deprisa y corriendo ya que muchas de las zonas conservan el mobiliario tal y como se debió dejar en su día.
Aún así, el paso de curiosos que, como nosotros, ha pasado para ver este edificio en ruinas, ha hecho estragos en la decoración, mobiliario y hasta en la estructura del edificio dando una impresión de abandono que conmueve y atemoriza a partes iguales ya que la desolación y soledad que desprende hace que se visite volviendo la cabeza cada dos por tres por lo que pueda aparecer en cualquier momento (acto reflejo que el que lo visite va a experimentar).
En las zonas de habitaciones no hay mucho que impresione ya que éstas se parecen mucho entre sí. Lo que si es curioso ver son los interminables pasillos en penumbra llenos de cristales rotos y con todas las puertas a ambos lados medio abiertas, algunas cerradas a cal y canto y otras que dan a habitaciones completamente oscuras en las cuales ni entramos ya que no llevábamos linternas.
Las zonas comunes ya son otra cosa, eso sí que impresionaba y emocionaba a partes iguales según las íbamos descubriendo. Lo más espectacular era la cantidad de cristales rotos que había por todos lados. En su día, este hotel debió de gozar de unas vistas impresionantes del mar, sobre todo del atardecer que coincide con la orientación del complejo.
El pasar por la bolera situada en la parte baja del hotel la cual tenia las máquinas encargadas de recoger las bolas completamente destrozadas y con todo el suelo de las pistas levantado; las pistas de tenis llenas de vegetación y con las vallas rotas; las piscinas con la mitad de los azulejos rotos y llenas de sanitarios y alguna que otra silla; la zona de bar - restaurante con sus mesas redondas y sillones rasgados; la recepción abandonada completamente con el armario de las llaves vacío completamente pero con sus números de habitaciones pegados en las casillas todavía legibles; la zona de sauna con los azulejos blancos que dan la sensación de encontrarse en un psiquiátrico o algo parecido, etc.
Pero aparte de todo esto, el hotel también contaba con apartamentos que estan un poco separados de lo que es el edificio principal del Haludovo y que han tenido la misma suerte que éste.
En definitiva, en su época tuvo que ser un hotel en el que muy pocos podrían alojarse por los precios que debía tener. Las instalaciones que tiene son mucho mejores que las de algunos de los complejos que nos encontramos ahora 40 años después.
Lo que si es una pena, y si lo visitáis espero que no lo hagáis vosotros también, es que hay gente que pasa por ahí y lo único que sabe hacer es alterar el lugar un poco más haciendo que el siguiente aventurero que se quiera internar por esos largos pasillos para descubrir por el mismo todos los rincones que ofrece este edificio, lo encuentre cada vez en peor estado y con menos objetos que le transporten a esa época y le hagan disfrutar esta experiencia.
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