Yo no soy mucho de mandar, bueno realmente no suelo mandar nunca porque me parece una pérdida de tiempo el elegir una apropiada (para que luego no les guste), el comprar un sello, el escribirla (que nunca sabes que poner) y como colofón el buscar un buzón en el que poder meterla.
A mi me pasó una vez que, después de comprarla y pegarle el sello, no tenía bolígrafo con el que escribirla por lo que aparte me tuve que comprar uno y claro, donde estaba no es que fuesen nada baratos por lo que me salió la postal al final por un ojo de la cara. Y diréis que podría haberme esperado a conseguir uno, y tenéis toda la razón, pero es que entonces no la hubiese mandado desde ese buzón del Vaticano.
Los buzones, que es de lo que quiero hablar hoy, son una parte fundamental del mobiliario urbano de las ciudades en peligro de extinción ya que la gente no es que mande muchas cartas; cuestan dinero y encima tardan en llegar.
Centrándonos ahora en los buzones, si os dais cuenta, por lo general siempre tienden a ser o rojos o amarillos y no me preguntéis por qué pero es algo que se puede observar vayas donde vayas. Otra de sus cualidades es que suelen pasar desapercibidos a ojos de los peatones que van por la calle fijándose en los edificios, el tráfico o la gente con la que se cruzan, pero si os fijáis os daréis cuenta de que hay más de los que pensabais.
Bueno y ahora os voy a dejar algunos de los buzones que me he ido encontrando en mis viajes y que no han pasado desapercibidos para mi cámara.
Copenhagen (Dinamarca)
Amsterdam (Holanda)
Basilea (Suiza)
Cracovia (Polonia)
Malmö (Suecia)
Oporto (Portugal)
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