Este fin de semana he vuelto a París. Para mí representaba una espinita clavada ya que es una ciudad a la que tenía que volver en algún momento porque en mi primera visita sólo pude conocer los sitios más turísticos. Como ya os habréis dado cuenta al leer algunas cosas en mi blog, yo soy más de vivir un poco la ciudad en mis viajes que de dedicarme a ir como un borrego detrás de un guía escuchando todo lo que me dice sobre las atracciones turísticas aunque esto, alguna vez, también lo he hecho y un ejemplo es París.
En esa primera visita, también de fin de semana, no tuve tiempo de conocer la ciudad como tal sino que visitamos el escenario turístico que hay preparado para que el turista se enamore y vuelva a ella. Pero en esta escapada no he hecho otra cosa que deambular bajo el calor asfixiante por el París de agosto vacío de parisinos y que da otra imagen completamente distinta al viajero que llega hasta esos rincones alejados del bullicio de los Campos Elíseos o la Torre Eiffel.
Estos contrastes son los que me han llevado a escribir esta entrada sobre curiosidades que espero os llamen la atención como a mí lo han hecho.
Quiero empezar a contaros lo primero que me encontré nada más llegar a la Gare du Nord y salir a la calle a fumarme un cigarro. Los olores de París.
La capital francesa es conocida por ser la cuna del perfume aunque para tener este honor deja mucho que desear en este campo. Los muros de la fachada de esta estación están repletos de orines que no dejan un aroma muy bueno en la zona y más cuando las temperaturas superan los 30º que los intensifican hasta ser desagradables. En pocas ciudades de la Europa del siglo XXI había yo notado esto de forma tan intensa y en tantos sitios distintos ya que éste no sería el único lugar donde estos olores nos producirían esta sensación tan desagradable.
En muchos de los pasillos del metro era insoportable el olor que había. Imagino que no será porque la gente se ponga a mear en ellos aunque si no es por esto, ¿por qué otra cosa puede ser? También al caminar por las callejuelas, en algunos rincones un poco aislados en los que es más fácil camuflarte durante la noche para poder mear, se notaba esta pestilencia.
Otra cosa que llama la atención cuando caminas por la calle es la cantidad de gente sin techo que hay en París. Es habitual, en la mayoría de las grandes urbes, encontrarse gente que viste con ropas viejas y sucias que no tienen un hogar y hacen de la calle un sitio donde poder dormir. Pero en esta ciudad el número de personas a las que les pasa esto es escalofriante y es algo que contrasta muchísimo con las tiendas de lujo que nos encontramos. Pero lo que más sorprende y preocupa a la vez es que se ven muchos niños que pasan por esta situación por el simple hecho de pertenecer a una comunidad (los gitanos rumanos) que se encuentra excluida por una parte bastante representativa de la sociedad parisina.
En mi visita hacía calor pero no me quiero imaginar durante el gélido invierno parisino lo que deben de pasar estas personas al dormir a la intemperie. Es posible que muchos de ellos mueran en las calles de París ante la mirada impasible del resto de vecinos.
Lo siguiente que me sorprendió es la inseguridad que se siente en esta ciudad y más si eres mujer. Algunos hombres no se cortan nada en recorrer con la mirada el cuerpo de mujeres que van solas o acompañadas de otras mujeres creando situaciones muy incómodas en las que la mujer siente como violan su cuerpo sin llegar a haber ningún tipo de contacto físico. Este tipo de gente es bastante desagradable y creen poder comerse a las personas con los ojos mientras éstas lo único que esperan es pasar rápido de largo, que llegue su parada para poder bajarse, es decir, salir huyendo. Pero no sólo para las mujeres es peligroso ya que muchos hombres tienen que lidiar con este tipo de actuaciones hacia sus parejas, amigas o familiares que les pone en un lugar en el que no se encuentran cómodos si no son personas agresivas.
Por otro lado están los robos. Sólo he pasado un fin de semana allí pero mientras cenábamos y nos tomábamos una botella de vino junto al canal Saint Martin a una chica del grupo en el que me encontraba le robaron el bolso sin darnos ni cuenta. Puede que ella tenga también un poco de culpa por no llevarlo colgado todo el tiempo pero, ¿no pertenece París a un país civilizado en el que este tipo de cosas no deberían pasar?
Como habéis podido observar si conocéis mi blog, la afición que tengo por el mobiliario urbano de las ciudades que voy visitando es grande. Aquí, una cosa que me llamó la atención, fueron las papeleras que no tienen un diseño que sea armónico con el resto de la ciudad. Aquí las papeleras son bolsas de plástico transparente enganchadas a una estructura metálica. El motivo de esto es el miedo a posibles atentados en los que los explosivos sean escondidos en papeleras de metal que no dejan ver el interior y por tanto localizar.
El fin puede estar justificado pero este hecho hace que París tenga una imagen de suciedad constante ya que se ve toda la basura del interior de las bolsas. Esto, respecto al turismo, es una cosa que no queda muy bien ya que en muchas de las fotos de los millones de turistas que visitan la ciudad se ven bolsas de basura.
La siguiente curiosidad que os quiero contar primero me enfureció y después me hizo pensar. Después de comer y viendo que la temperatura que marcaba el termómetro a esas horas no nos iba a permitir hacer mucho, nos pusimos a buscar algún sitio fresco en un parque en el que pasar las horas más calurosas del día tiradas en el césped a la sombra de algún árbol. Cuando pensamos encontrar el césped adecuado para una siesta tranquila y nos dispusimos a ir a la zona elegida, nos encontramos con la figura del personal de seguridad del césped (como me gusta definirles) que nos gritaban desde la otra punta del jardín para que nos saliésemos de allí. Sólo habíamos caminado un par de pasos sobre él pero el grito nos hizo darnos cuenta de que nadie más estaba sentado en esa zona. Es curioso eso de tener parques en los que no se pueda disfrutar de todas las zonas pero así es como consiguen la fama con sus jardines de película. Poco después encontramos otro sitio que a mi me parecía prácticamente igual y en el que sí que pudimos por fin sentarnos rodeadas de muchísima más gente.
Para terminar esta entrada y dejar a la gente con una curiosidad que sí que me sorprendió a bien es que París es una de las ciudades en las que me he encontrado más Street Art de todas las que conozco. En muchas esquinas de edificios, en las zonas en las que está la placa que indica el nombre de las calles, en puentes, en fachadas, por todos lados te encuentras expresiones artísticas que llaman la atención haciendo que el recorrer las calles del París menos conocido turísticamente sea emocionante.
Como podéis ver, las curiosidades que a mi más me han sorprendido no dejan París en muy buena situación pero cada uno tiene su propia forma de ver, sentir y conocer las ciudades.
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